Danza de la alegría (detalle).
Paco Sánchez, 1996

‘Barrio de San Nicolás’, José Jorge Oramas

Barrio de San Nicolás, ca.1932-1935
José Jorge Oramas

Óleo sobre lienzo
36 × 44,5 cm

Colección del Centro Atlántico de Arte Moderno.
Cabildo de Gran Canaria.

José Jorge Oramas (Las Palmas de Gran Canaria 1911 – 1935 Tafira, Gran Canaria)

A pesar de su corta pero intensa trayectoria, José Jorge Oramas se ha convertido en uno de los artistas más relevantes del panorama artístico canario de la primera mitad del siglo XX. Sus piezas conforman nuestra memoria colectiva como isleños y ponen de manifiesto la potente producción cultural de esta isla, tanto en el contexto de nuestro archipiélago como fuera de él.

El genial pintor nace en 1911 en Las Palmas de Gran Canaria. De familia humilde originaria de la localidad de Tetir, en Fuerteventura, queda huérfano a corta edad y será educado por su tía Carmen y su abuela Isabel. A la edad de diecisiete años se inicia en el oficio de barbero, mientras que en sus ratos libres pinta y dibuja de forma autodidacta. Un año después, el médico Rafael O’ Shanahan apadrina la trayectoria artística del joven convenciéndole para matricularse en la Escuela Luján Pérez, centro de arte libre que estimulaba la creatividad de su alumnado. El comportamiento diferenciador de sus métodos se anteponía a cualquier identificativo academicista, era un lugar al servicio de la creación.

Alumno entusiasta, Oramas participa del movimiento indigenista junto a sus compañeros Felo Monzón, Plácido Fleitas, Santiago Santana, Juan Ismael, Juan Jaén, Abraham Cárdenes, Jesús Arencibia o Rafael Clarés. En la primera exposición del grupo, en una Sala de la calle Triana en 1929, presentará diecinueve obras, fue el tercer artista con más piezas en la muestra.

Desgraciadamente, en 1932, Oramas cae enfermo de tuberculosis. A partir de ahora, el Hospital San Martín será su hogar y su refugio artístico. Las ventanas de la habitación dan al exterior, muestran paisajes que serán realzados por su icónica luz y un colorido jamás visto en las islas. Los Riscos de San Nicolás, las lavanderas y aguadoras del barranco Guiniguada se convierten en protagonistas de su inspiración, emergiendo desde los postulados del realismo mágico que estudia el pintor a través del libro de Franz Roh que circulaba por la Escuela.

En 1933 podrá salir del hospital para acudir a su primera exposición individual en el Círculo Mercantil de Las Palmas y escuchar así la conferencia Media hora jugando a los dados que le dedica el escritor surrealista Agustín Espinosa. Al año siguiente, le trasladarán al Centro Psiquiátrico de Tafira, bajo los cuidados del doctor O’Shanahan. Las pinturas de su etapa en Tafira se identifican por un cambio en sus paisajes. Plasmará las zonas de San Francisco, Los Hoyos y Marzagán, junto a algún retrato y autorretrato, pues se autorretrata en varias ocasiones. Allí permanecerá hasta su muerte, con tan solo veinticuatro años, dejando en la Historia del Arte canario una pérdida inestimable.

Tras su fallecimiento, tendrán lugar varias muestras de sus obras; en 1937 en el salón Saint-Saës del Teatro Pérez Galdós; en 1956, una antológica organizada por la Escuela Luján Pérez; en 1973, en la Casa de Colón; en la Sala de Arte del Centro Cultural Caja Canarias en Tenerife y en el Centro Cultural del Puerto de la Luz La Regenta, ambas en 1987 y la más reciente, Oramas, metafísico solar en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y en el Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM), en el año 2003. Su obra se encuentra presente en instituciones públicas como el Cabildo de Gran Canaria así como en diversas colecciones privadas. En estos últimos años, seguimos asistido al reconocimiento de su figura por parte de instituciones culturales, tanto locales como nacionales.

Obra

El aislamiento impuesto y el deseo de vivir el instante conviven en la producción de Oramas. El artista canario más aislado físicamente de la realidad isleña fue capaz de captarla y conectar con ella en sus obras. El libro Realismo mágico. Postexpresionimo, de Franz Roh, podía leerse siendo alumno de la Escuela, por medio de la traducción editada por la Revista Occidente en 1927. En él se tratan ciertos valores estéticos figurativos de vanguardia, surgidos al contraponer los conceptos de profundidad y anchura, lejanía y cercanía, en composiciones de contornos sencillos, moldeados y envueltos en una mágica sobriedad.